Transito este congelado desierto que encadenan las centurias
donde a veces /solo a veces/
salta el chisporroteo de la luz intensa del alma
/del líder que crucifican/
...que enmaderan/
las siempre arrepentidas edades del barro.
Y portero de nubes soy...
Estas nubes que confluyen
en el espacio de mis sombras.
Estas sombras que dibujan al hombre
en su andar de esqueleto petrificado...
Esqueleto que cae al leve roce
de esa hoja de otoño que sesga impávida
la nevada sien de mi canción.
A pesar de la memoria canto/
porque bebo el agua dulce de tus ojos/
Tus ojos que encarnan
el fotón energizado de mis sueños/
mi esperanza.
Es por eso que vivo.
Es por eso que anhelo tus manos
para barrer de luz con tu amor/
estos horizontes oscuros.
Navego este río abrazado a tu cintura/
y me haces ver/
los peñascos alados de verde
en aquella ribera.
Litoraleña herencia me deja fluir
manso o bravío en este torrente.
¡Es a luz lenta que se construye la noche!
en esta carpa rudimentaria/ convaleciente templo/
anegado santuario de esta colectiva conciencia
desatinada y torpe del mundo.
¿Aguerrido me ves?
...comprende que es por tu corazón
que es fuerte el mío/
...y si hay gloria en mi frente
fue de tus manos
que ha brotado el laurel.
¡Oh , cuánto ganaría el mundo
si le hiciéramos perder
sus profundas soledades!
Dame tus brazos entonces
para marchar
entre esta confusa contienda/
y en este celo y deseo
otros tal vez
se unirán.
Autor: Juan C. L. Rojas