Un estilete sanguinario retoma el blanco
centrado en el corazón donde la llama resiste.
Y el salitre florece en las grietas cansadas.
Asustan los abismos de ecos que se mecen/
aquí dentro/
en las cavernas cristalizadas del cuerpo.
Sombras aletargadas.
¿Fortalezas invencibles acaso?
Regimiento oscuro
que presenta sus armas
en este incierto batallar.
Río revuelto
de inmemoriales y opacas turbulencias
es mi tierra desangrada.
Y es por alzar banderas
que suelen enemistarse los hombres.
Son golpes de espumas
lo que truena
en las costas sedientas.
Es antinatural lo que coarta al alma.
Paradojal esta conjunción de brazos
que luchan/
desde la naciente misma
de la semilla.
Paradojal el coloreo microcósmico
de la fruta madurada.
Paradojal el diseño de arabescos
sobre andamiajes y cornisas.
Paradojal mi canto/
que pretende
(ya en las postrimerías)
estos vagos himnos de esperanza.
Una vez más
son pétalos adormecidos en el temor
los lazos rotos de las manos/
mientras el camino
suele ser... ¡larga siembra de llagas!
No son los médicos
quienes curan el corazón
sino la mirada amorosa
de los ojos que se acercan.
¡Qué duro es convencer
a los ángeles malditos
de la alegría!
Te repito una vez más/
¡Que no te confundan mis ojos!
si juegan/
en la luz de sus sombras.
AUTOR: Juan Carlos Luis Rojas