No es/
ni fortuita
ni gratis
la defección que siembra la indolencia del espíritu.
Tarde o temprano
brotará la semilla de su mal.
Es porque no piensa con el corazón
que el mundo cae en el raciocinio de su muerte.
Su necia picardía
guarda el escrúpulo en los cofres del cinismo.
Todavía desierto de amor/
fustiga sangre el andar de los hombres.
Se creen sabios/
y enseñan malabares a robots
en el campo sideral de atónitas estrellas...
pero sus almas no saben volar.
Pareciera vano finalmente
el hechizo que nos brinda
la floresta colorida en el desierto.
Es así/ que revuelto en penurias combativas
danza este follaje amarillento/
de quien fue quitando verdores
el hollín y la flama
del ardiente vivir.
¡Pero es simple el remedio, sin embargo!...
¡Simple!
Como una gramilla extendida
sobre la piel de la tierra.
Es sólo saber sentir/
para comprender a las voces
que suenan en estos ojos.
De toda esta...
crudeza de la desidia
me desahogo a veces mirando a los nidales/
Donde los picos besan
al amor
vestido de plumones...
y veo a la lluvia/
generosa/
alimentando a la semilla.
También te miro/
y aunque nos crean en el altar de la locura
deja que sea inseminada de estrellas
la cuenca florecida de tu cuerpo.
Embriaga tu corazón de sentimientos/
para que estalle
en cada poro de tu piel/
para dulcificar simplemente
/como lo hacen tus ojos/
este ácimo pan
que nos toca vivir.
Autor: Juan Carlos Luis Rojas
ni gratis
la defección que siembra la indolencia del espíritu.
Tarde o temprano
brotará la semilla de su mal.
Es porque no piensa con el corazón
que el mundo cae en el raciocinio de su muerte.
Su necia picardía
guarda el escrúpulo en los cofres del cinismo.
Todavía desierto de amor/
fustiga sangre el andar de los hombres.
Se creen sabios/
y enseñan malabares a robots
en el campo sideral de atónitas estrellas...
pero sus almas no saben volar.
Pareciera vano finalmente
el hechizo que nos brinda
la floresta colorida en el desierto.
Es así/ que revuelto en penurias combativas
danza este follaje amarillento/
de quien fue quitando verdores
el hollín y la flama
del ardiente vivir.
¡Pero es simple el remedio, sin embargo!...
¡Simple!
Como una gramilla extendida
sobre la piel de la tierra.
Es sólo saber sentir/
para comprender a las voces
que suenan en estos ojos.
De toda esta...
crudeza de la desidia
me desahogo a veces mirando a los nidales/
Donde los picos besan
al amor
vestido de plumones...
y veo a la lluvia/
generosa/
alimentando a la semilla.
También te miro/
y aunque nos crean en el altar de la locura
deja que sea inseminada de estrellas
la cuenca florecida de tu cuerpo.
Embriaga tu corazón de sentimientos/
para que estalle
en cada poro de tu piel/
para dulcificar simplemente
/como lo hacen tus ojos/
este ácimo pan
que nos toca vivir.
Autor: Juan Carlos Luis Rojas
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