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lunes, 10 de febrero de 2014

Palabras inútiles

¡Al diablo con sutilezas para decir algunas realidades!
Realidades que ya no esperan el debate de sesudos intelectuales, abocados a la interminable perorata sobre justicia y equidad.
Realidades que no pueden esperar nada de políticos corruptos, que a su conveniencia mueven las piezas sobre el tablero del poder, para luego barrer bajo la alfombra la basura de su ego.
Muchas de esas realidades no pueden esperar algún fallo augusto de los señores jueces de la Tierra, jueces incapaces, jueces de total indolencia e insensibles a las causas profundas del espíritu. Dan la impresión de estar alertas sólo al engorde de sus arcas. Sus narices no huelen más allá de los renglones perfectibles de las leyes. Leyes nacidas de escritorios ostentosos, y sucios de inicua pulcritud. Leyes nacidas de aquellos que ignoran los caminos dolorosos y oscuros de la vida.
Tampoco, esas realidades pueden esperar a los poetas, los poetas que le cantan a gorriones y florcitas perfumadas. O aquellos que fraguan sobre sí estigmas de bohemios sufrientes. Esos que hacen flamear su melena y barba hirsuta, mientras al aire aventan el humo inmundo de sus ridículas pipas.
...Mi osado y anhelado concepto acerca del objetivo del arte es, que es tal,... que puede llamarse arte, sólo si este logra conmover las fibras del alma, moviendo al humano, a transitar hacia la excelencia del propio ser, y de sus congéneres...
¿Dónde está el arte entonces?... Aquí veo al hambriento,... allá al oprimido... la maldad evidente o solapada...
¡Qué insuficiente aún, esta idealizada misión del arte!
Concluyo: ¿¡Qué artista puedo ser, si no he logrado ese objetivo del arte, ni siquiera sumándome a los otros!?
...Sólo soy alguien que escribe estas palabras inútiles... y las dejo sueltas por ahí, como hojarascas vencidas; que ellas sirvan o no, como fertilizante, del herido jardín de la Tierra.
J. C. L. Rojas

domingo, 2 de mayo de 2010

Caminos polvorientos

Una voz de sonido añejo.
Una voz de siglos
     oigo resonar
         dentro del vaso casi seco del amor.

Trémulos reclamos son
    de bocas sedientas/
elegías son
    de sus tragedias.

Del cuerpo sonoro emerge
    la discordia existencial
        encendida entre la carne y el espíritu.
Ella abreva a las angustias/
    la divergencia irreflexiva del Hombre.

Los hombros etéreos de esa voz
    huelen 
        a secreciones malditas de falsos dioses.
Bajo sus pies
    el mundo ha hecho añico  
        la estela de los santos.

Como una alfombra de aserrín descuidado
así están
extendida sobre el barro
    las palabras anhelantes de los poetas.
Maderos deshojados
    de antiguos verdores.
Son astillas insuficientes
    /consumidas/
por la egolatría enquistada
    en el alma expandida del mal.

¿Dónde hallará alvio entonces
    mi sed
        construida de caminos polvorientos?
¿Dónde hallaré a la flor
    que iluminará mis ojos
refrescando sus iris cansados?
¡Ay, dónde encontrará mi pecho el aroma
    y el candor felíz de la armonía!

Los hombres habrán de regresar 
    /seguramente/
        a la luz de matorrales oscuros/
A recomponer en lo silvestre
    la selva intrincada de su razón.
Se hundirán en lo inhóspito
    hasta que aprendan a cantar
la canción diferente del amor.

...tal vez    algún día
ya no sonarán
las voces de ultratumba/
y ya no habrá endechas 
    en los vasos ateridos 
de nuestros pechos.

Autor: Juan C. L. Rojas


AMIGOS, GRACIAS POR VUESTRA PARTICIPACIÓN.