Hoy una lluvia diferente
trae sobre las ciudades su barro de fuego.
Las rutas lejanas palpitan de muerte.
Los ojos se agrandan bajo el frágil manto
que se abre al horror.
Hoy amanece en este confín
y hablan las luces oscuras
en el idioma de la tragedia y del odio
para negar la esperanza.
Hasta la extensión aborrecible del
desierto
hoy es benévola.
No hay arena volando en las tormentas
pero son escombros estas alas
que cortan a sesgo
el aire
y los huesos de la inocencia.
No son de buenas nuevas
estas ondas expansivas
que sacuden
hasta el alma de las piedras.
¡Oh, Muerte!
¡Sólo un pedazo de plomo vale tu trabajo/
aunque el misil cueste un millón!
Los balcones tiemblan
y es esta
una victoria más de los infiernos.
Los latidos sacuden
desollando las paredes de la carne/
y en una habitación
bajo la cama
donde el mundo ignora
(o es sordo en su desidia)
un niño
trémulo
acurruca su impotencia.
Se ha mutilado su espíritu/
para siempre.
Autor: Juan C. L. Rojas
trae sobre las ciudades su barro de fuego.
Las rutas lejanas palpitan de muerte.
Los ojos se agrandan bajo el frágil manto
que se abre al horror.
Hoy amanece en este confín
y hablan las luces oscuras
en el idioma de la tragedia y del odio
para negar la esperanza.
Hasta la extensión aborrecible del
desierto
hoy es benévola.
No hay arena volando en las tormentas
pero son escombros estas alas
que cortan a sesgo
el aire
y los huesos de la inocencia.
No son de buenas nuevas
estas ondas expansivas
que sacuden
hasta el alma de las piedras.
¡Oh, Muerte!
¡Sólo un pedazo de plomo vale tu trabajo/
aunque el misil cueste un millón!
Los balcones tiemblan
y es esta
una victoria más de los infiernos.
Los latidos sacuden
desollando las paredes de la carne/
y en una habitación
bajo la cama
donde el mundo ignora
(o es sordo en su desidia)
un niño
trémulo
acurruca su impotencia.
Se ha mutilado su espíritu/
para siempre.
Autor: Juan C. L. Rojas