Salvajemente
ametralla el sol
la plaza de las miserias/
donde el ego mancomunado
evapora los desperdicios
último puerto
de la indigencia desesperada.
Una vez más despierta
bajo la punta aguda del dolor
esta historia
vapuleada de ironías existenciales.
Carros con motores de alambres/
Alambres que atan el alma/
Carros que arrastran la carga vacía del pan.
La idea genial del gobernante
es quemar las migajas
para tapar la vergüenza/
la vergüenza por el hambre decretado.
Ya no cantan/
Los jilgueros lloran/
a las raíces cementadas de la flor.
Las agujas del reloj apuñalan/
Apuran la sangre
las heridas de la discordia.
Los estético de la estética
/son ciegos/
no ven la chorrera mugrienta de sus corazones.
Y lloran los jilgueros/
Ya no cantan
en la calle de las miserias.
Autor: Juan C. L. Rojas
Discusión sobre el poemario "Sobre la piel de la Tierra". Difundir, expandir su mensaje,... con el objetivo (¡Vaya pretención la mia!), de reflexionar y contribuir a un poco más de armonía sobre la tierra,... aprender más sobre el amor y no sobre la guerra, el odio, la opresión. Ya es hora de abrir un poco las conciencias; especialmente la de los poderosos, para que puedan ver las desigualdades e injusticias plagadas de egoísmo y necedad.
domingo, 6 de diciembre de 2009
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Semilla de voces
Es hora de aumentar el fragor
de la voz endurecida del poeta.
¡Que resuene amartillada
la sierra oscilante de su timbre!
¡Que sacuda sin piedad
las paredes esclerosadas
de las arterias del tiempo!
Es hora de romper esta alienación/
que más hunde
los estratos sufridos del alma.
Es hora de soltar las riendas
a la audacia del espíritu/
toro maneado
a las cuerdas invisibles de la ignorancia/
la otra ignorancia profunda
que obstruye
el olfato del entendimiento.
¡Palpita intensamente
el pecho desesperado de los ojos!
Los ojos que ven
el paso ciego de la historia.
Historia que cuaja marchita
en el corazón de los hombres.
Debería hoy mismo
descarnar estas sensaciones
ablandando
las pértigas arrumbadas del vocablo.
Debería soplar el perezoso sopor
sobre la opaca luz del pensamiento.
No es poeta
el portavoz de sólo bellos versos.
Es poeta quien inclina
la campana sonante de la tierra.
Es la voz que nace de las voces silenciosas.
Es la pluma que discurre de los gritos ya cansados.
Es el verbo que agiganta los senderos
escapando de prisiones preceptivas.
¡Deben hacer oír poetas
personales campanarios!
¡Señalar con vuestros faros
las borrascas en el mar!
No es vuestra función
ornamentar el oro de las letras
ni la conciencia de literatos
ni la melodía altisonante
de panfletos coloridos.
Lanzo de nuevo esta voz
como de álguien perdido bajo escabeles.
Acaso pueda
revenir la luz de las semillas
que laten aún
alrededor de este quieto
mojón del tiempo.
Autor: Juan C. L. Rojas
Etiquetas:
alienación,
conciencias,
entendimiento,
gritos,
historia,
ignorancia,
luz,
ojos,
pensamiento,
poeta,
Semilla de voces,
tiempo,
verbo,
versos,
vocablo,
voz
domingo, 29 de noviembre de 2009
Torrentes
Se gesta lo oscuro
cuando es la necedad la que se sienta
en las butacas del congreso/
cuando sin dar las reglas exigen el juego.
Suelen venir con atuendo sutil/
las letras pomposas de la ley/
paliando con engaños
la supervivencia del necesitado.
De esta matriz surge
la infancia que desvive en las calles.
La niñez ingenua de bondades rotas
bajo el mezquino sol de la injusticia.
En la visión borrosa del horizonte cuelgan/
delineados ante sus rostros
los mendrugos los andrajos.
Torrente oscuro de miserias amontonadas/
Esparcidas en el rebusque...
¡Y qué lejos nuestros ojos!...
Torrente que satura el vicio
en la costumbre de la tristeza.
Torrente de lágrimas quietas
calladas en los cuencos duros.
¿Cuántas veces entre sábanas perforadas
apareció el juego de las manos frías?
Ahí arriba también
irónico flamea lo celeste.
Arriba/
suenan las campanas del champán.
Y más arriba en el camino retumbará/
la pesadilla violenta de estos sueños/
y tal vez
ya no haya más qué perder...
¡O acaso sí!...
La ceguera de los corruptos.
Es triste el piquete abierto
en el alma de la desesperación.
¡Indigna la verguenza ociosa de la desidia!
A veces
(así como la piedra)
se ruboriza el poder/
Y le urge entonces mantener el orden.
Tapar "iniquidades" bajo alfombras represivas.
¡Aterroriza amigos míos
pasar por el recuerdo y el recuento de la historia!
Por eso levanto un puñal misericordiosos
para punzar la vista engordada de lo injusto/
la opulencia de la avaricia.
¡Pudiese acaso algún día
despertar su sangre apática!
¡Sacudir este orbe oscuro
que no quiere ver
las corrientes "silenciosas" del dolor!
Autor: Juan C. L. Rojas
cuando es la necedad la que se sienta
en las butacas del congreso/
cuando sin dar las reglas exigen el juego.
Suelen venir con atuendo sutil/
las letras pomposas de la ley/
paliando con engaños
la supervivencia del necesitado.
De esta matriz surge
la infancia que desvive en las calles.
La niñez ingenua de bondades rotas
bajo el mezquino sol de la injusticia.
En la visión borrosa del horizonte cuelgan/
delineados ante sus rostros
los mendrugos los andrajos.
Torrente oscuro de miserias amontonadas/
Esparcidas en el rebusque...
¡Y qué lejos nuestros ojos!...
Torrente que satura el vicio
en la costumbre de la tristeza.
Torrente de lágrimas quietas
calladas en los cuencos duros.
¿Cuántas veces entre sábanas perforadas
apareció el juego de las manos frías?
Ahí arriba también
irónico flamea lo celeste.
Arriba/
suenan las campanas del champán.
Y más arriba en el camino retumbará/
la pesadilla violenta de estos sueños/
y tal vez
ya no haya más qué perder...
¡O acaso sí!...
La ceguera de los corruptos.
Es triste el piquete abierto
en el alma de la desesperación.
¡Indigna la verguenza ociosa de la desidia!
A veces
(así como la piedra)
se ruboriza el poder/
Y le urge entonces mantener el orden.
Tapar "iniquidades" bajo alfombras represivas.
¡Aterroriza amigos míos
pasar por el recuerdo y el recuento de la historia!
Por eso levanto un puñal misericordiosos
para punzar la vista engordada de lo injusto/
la opulencia de la avaricia.
¡Pudiese acaso algún día
despertar su sangre apática!
¡Sacudir este orbe oscuro
que no quiere ver
las corrientes "silenciosas" del dolor!
Autor: Juan C. L. Rojas
domingo, 15 de noviembre de 2009
Raíz del mal
Excusa de post edición:
Los poemas del libro, "Sobre la piel de la Tierra"
(como el presente), nacen en el contexto de la
"Era Bush", invasión a Irák, etc. Quizás por ello
la indignada inspiración panfletaria y realista por
la que se me puede acusar.
J. C. L. R.
He aquí la imagen
de ciertos hombres.
Cabezas trapezoidales/
En ellos no cabe
ni un gramo de túmulo gris
donde construír una historia
digna de la vida.
Por las paredes de esa habitación
que suelen llamar cerebro
suben apenas caracoles oscuros.
Inútiles ninfas anidan
detestando el hábitat.
Estos triángulos/
estos vértices milimétricos
asoman desde el suelo
su condición de impíos execrables.
En su increíble bajeza espiritual
ostentan ser dueños
y señores de la Tierra.
suelen seguirles una corte
de innumerables secuaces
sin más posesión
que sus extremidades inferiores
suficientes para pisar las uvas
en el lagar de la maldad.
Es con esta clase de hombres
que aún el mundo
cocina sus guisados/
difundiendo violenta indigestión.
¿Por qué están allí estos señores
con sus cetros medievales?
¿Quién los coronó
para la empresa
donde se creen
encumbrados por los dioses?
Es muy simple la razón/
Hay muchos indolentes
que los aplauden
para luego arrepentirse...
O para llorar mas bien
como cocodrilos?
En realidad
es geometría bien definida
el escabel del drama humano.
Es el egoísmo
la raíz venenosa del árbol.
Cuando elige/
Todavía piensa en sí el Hombre...
¡Cree pensar en sí mismo!/
No en el otro/
mucho menos en el Todo.
El egoísmo/
He ahí la raíz del mal.
Autor: Juan C. L. Rojas
Los poemas del libro, "Sobre la piel de la Tierra"
(como el presente), nacen en el contexto de la
"Era Bush", invasión a Irák, etc. Quizás por ello
la indignada inspiración panfletaria y realista por
la que se me puede acusar.
J. C. L. R.
He aquí la imagen
de ciertos hombres.
Cabezas trapezoidales/
En ellos no cabe
ni un gramo de túmulo gris
donde construír una historia
digna de la vida.
Por las paredes de esa habitación
que suelen llamar cerebro
suben apenas caracoles oscuros.
Inútiles ninfas anidan
detestando el hábitat.
Estos triángulos/
estos vértices milimétricos
asoman desde el suelo
su condición de impíos execrables.
En su increíble bajeza espiritual
ostentan ser dueños
y señores de la Tierra.
suelen seguirles una corte
de innumerables secuaces
sin más posesión
que sus extremidades inferiores
suficientes para pisar las uvas
en el lagar de la maldad.
Es con esta clase de hombres
que aún el mundo
cocina sus guisados/
difundiendo violenta indigestión.
¿Por qué están allí estos señores
con sus cetros medievales?
¿Quién los coronó
para la empresa
donde se creen
encumbrados por los dioses?
Es muy simple la razón/
Hay muchos indolentes
que los aplauden
para luego arrepentirse...
O para llorar mas bien
como cocodrilos?
En realidad
es geometría bien definida
el escabel del drama humano.
Es el egoísmo
la raíz venenosa del árbol.
Cuando elige/
Todavía piensa en sí el Hombre...
¡Cree pensar en sí mismo!/
No en el otro/
mucho menos en el Todo.
El egoísmo/
He ahí la raíz del mal.
Autor: Juan C. L. Rojas
Etiquetas:
cerebro,
cetros medievales,
egoísmo,
Era Bush,
escabel del drama humano,
execrables,
hombres,
impíos,
inútiles,
invación,
Juan Carlos Luis Rojas,
Raíz del mal,
vida
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Irracional
Se abalanza sobre el mundo
las palabras que saquean el alma/
Ruidos detestables
quiebran cantos de alondras/
Tormentas
que ahogan en sus voces fétidas
la celeste libertad de las gaviotas.
Poderosos silbidos de escombros hiende el aire/
Ametralla el espacio/
la fanática verborrea de la sinrazón.
Ella suele danzar su dolor de resentida
en un baño de fango.
Irracional delirio late en el Hombre
y explota en hongos purulentos su dañino afán.
No se detiene a reflexionar
la posibilidad cierta de su inherente locura.
Las bombas ignoran las flores/
y cubren los campos con ciego poder
su polvorienta espuma.
¡No conocen los cielos
otro ser más irracional que el Hombre!
Revientan una vez más
las viejas heridas que no saben
cuál es el proyectil o cuál la venganza.
Es cierto/
¡El Sol se levantará tras este derrumbe!...
¡No sé si lo humano
para bendecir la aurora!
Autor: Juan C. L. Rojas
las palabras que saquean el alma/
Ruidos detestables
quiebran cantos de alondras/
Tormentas
que ahogan en sus voces fétidas
la celeste libertad de las gaviotas.
Poderosos silbidos de escombros hiende el aire/
Ametralla el espacio/
la fanática verborrea de la sinrazón.
Ella suele danzar su dolor de resentida
en un baño de fango.
Irracional delirio late en el Hombre
y explota en hongos purulentos su dañino afán.
No se detiene a reflexionar
la posibilidad cierta de su inherente locura.
Las bombas ignoran las flores/
y cubren los campos con ciego poder
su polvorienta espuma.
¡No conocen los cielos
otro ser más irracional que el Hombre!
Revientan una vez más
las viejas heridas que no saben
cuál es el proyectil o cuál la venganza.
Es cierto/
¡El Sol se levantará tras este derrumbe!...
¡No sé si lo humano
para bendecir la aurora!
Autor: Juan C. L. Rojas
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